La guerra total en España (1936-1939) by Jesús Alonso Millán

La guerra total en España (1936-1939) by Jesús Alonso Millán

autor:Jesús Alonso Millán
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Historia
publicado: 2013-01-01T00:00:00+00:00


Planificando el futuro, o construyendo en medio de la destrucción

Lejos, la guerra, con toda su crueldad. Allí, junto al Júcar, el trabajo fecundo, henchido de porvenir.

Fausto Lamata: «Trascendencia y símbolo de un nuevo pantano».

Mundo Gráfico, 19 de mayo de 1937.

A la una en punto de la tarde explotaron los barrenos, comenzaron a traquetear las perforadoras, y se inauguraron oficialmente las obras del pantano de Alarcón, en la serranía de Albacete. El ministro de Obras Públicas, Julio Just, pronunció un breve discurso. Era el 3 de mayo de 1937. A unos 500 km de allí, hacia el norte, se combatía duramente en Guipúzcoa, donde los facciosos intentaban abrirse paso hasta Bilbao. En el frente de Madrid también hubo disparos, un episodio de la guerra en Carabanchel que el imperturbable general Miaja definió a los periodistas como «lo de siempre».

Unas semanas después se inauguró en Valencia la Exposición de Obras Públicas. La presidieron el ministro saliente, Just, y el nuevo ministro de O. P., Bernardo Giner de los Ríos. Fausto Lamata, que narró el acontecimiento para la revista Mundo Gráfico, describió a sus lectores como «entre el estruendo de poderosas excavadoras y de incontables hormigoneras» se construían pantanos de los que fluían torrentes de kilovatios, por un lado, y por otro convertían como por arte de magia «extensas porciones del territorio nacional, resecas y polvorientas» en «hermosísimas huertas».

Era la misma canción que veía sonando desde hacia casi medio siglo, y que habían tocado, entre otros muchos caudillos de progreso, Joaquín Costa, Rafael Gasset, el conde de Guadalhorce y el mismísimo Indalecio Prieto, entregado ahora, en la primavera de 1937, a las ingratas tareas de ministro de Marina y Aire de la República. No había apenas excavadoras y menos hormigoneras, y gran parte del trabajo había que hacerlo a mano, a pico y pala, lo que hacía que las obras de una presa regular durasen décadas. No se hizo gran cosa en Alarcón hasta que las obras se reanudaron algunos años después, ya en la dictadura del general Franco.

El pantano de Alarcón era una más de las centenares de obras hidráulicas proyectadas en todo el país desde comienzos del siglo XX. Formaba parte por lo tanto del gran proyecto de transformación del territorio de España que evolucionó a lo largo de todo el siglo, y que terminó por convertir en irreconocible buena parte del paisaje del país. La idea general consistía en acercar el abrupto y árido paisaje español, al que se reconocía como de poca calidad, al paisaje europeo civilizado, suave y bien cultivado. En el proceso, desaparecieron lagunas y marismas (Doñana se salvó de milagro), se repoblaron montes pelados con árboles de crecimiento rápido, se aplanaron grandes extensiones de terreno, se desecaron terrenos encharcados y se regaron tierras demasiado secas.

Esta última tarea era fundamental, y la creación de grandes depósitos artificiales de agua la actuación panacea del progreso, pues era creencia general que el regadío multiplicaba la cantidad de tierra fértil disponible como por arte de magia, impulsando por lo tanto



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